LA INCOHERENCIA
Un joven alfarero, ávido de las enseñanzas del jardinero, le preguntó en cierta ocasión:
- Jardinero, ¿hay en el camino que lleva a la Vida alguna herida que el alma no pueda cerrar?
El jardinero levantó las cejas con un gesto de resignación.
- Sí. Hay una.
- ¿Y cuál es? -volvió a preguntar el muchacho.
- La incoherencia -respondió escuetamente el jardinero.
- ¿La incoherencia? -se extrañó el joven, que esperaba alguna cosa de mayor dramatismo.
Moviendo la cabeza, el jardinero dejó salir una sonrisa cansada.
- La
incoherencia es la compañera infatigable del buscador infatigable -le
dijo. Es el comensal no invitado a la fiesta que termina poniéndote en
evidencia después de haber satisfecho su apetito.
“El alma te
dice cuál es el camino que debes tomar y tú aceptas en tu corazón que es
el camino adecuado. Pero luego, no sabes cómo, te ves caminando por el
sendero equivocado sin saber cómo explicarte a ti mismo lo sucedido.
“Uno dice
esto o aquello, y poco después se traiciona a sí mismo haciendo todo lo
contrario, y cuanto más se hace el propósito de no volver a caer, más
veces cae en el error.
“Es como una pulga impertinente que cuanto más te rascas más te pica.
El joven estaba intentando asimilar las que parecían ser enormes dificultades de ser coherentes con lo que uno afirma.
- Entonces, ¿no hay manera de alcanzar la coherencia entre lo que uno dice y lo que hace? -preguntó.
- Puedes
alcanzar un cierto grado de entendimiento, siempre y cuando no entables
una lucha a muerte con ella, siempre y cuando la dejes vivir a tu lado
como una sombra que no puedes despegarte de los pies.
“Y cuando llegas a hacer amistad con tu propia incoherencia, entonces ella te hace un don que no esperabas.
-¿Cuál? -preguntó el joven intrigado.
-La humildad