A les mans duc amor,
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A les mans sent la sal,
sent lo brut.
A les mans tinc el pa.
A les mans soc amant,
a les mans tot té avanç.
(Pedro Delmonte Hurtado)
Philippe Halsman
"A mi vuelta del hospital, mi mujer me abrazó con su frialdad habitual. Su beso resultó, en todo caso, sincero y cariñoso. Sólo se estremeció cuando los brazos se sucedieron uno tras otro en su espalda, tras salir de debajo de mi chaqueta a la vez, como ocho plantas floreciendo al tiempo en un campo primaveral. Mis brazos originales -los antiguos, los llamaré- se quedaron apoyados en sus caderas, cotidianos y sin mucho que aportar. Los dos fuertes -fibrosos, de hueso ancho y apreciables venas-, que estaban encima de los brazos naturales, cogieron su cara entre las manos, lo que consiguió calmar aquella convulsión de pánico. Los femeninos -los médicos me confesaron que habían pertenecido a una mujer y resultaba evidente por su elasticidad y suavidad de movimientos, por los dedos infinitos, por las uñas ovaladas-, que me habían implantado bajo los naturales, recorrieron desde el hombro los brazos de mi mujer hasta tocar sus manos, que estrecharon con delicadeza firme. Por último, debajo de todos, los dos brazos raros -no era capaz de establecer los detalles por los que destacaban, eran asimétricos; al contrario que los otros, se notaba que ambos habían pertenecido a personas distintas- llegaron hasta el cajón de la mesa de la entrada y lo abrieron. Los miré de reojo, y me alegró comprobar que buscaban y habían encontrado un bolígrafo y un cuaderno de notas que guardábamos ahí para, apuntándolas en él, no olvidar determinadas cosas que comprar. Antes de que hubiese conseguido ordenar aquel desbarajuste de caricias y apartarme de mi mujer, una mano, la derecha, de un hombre seguramente ya muerto, sujetaba la libreta con fuerza mientras la mano izquierda, de otro hombre quizás perdido en el recuerdo incluso de su familia, se volcaba sobre el papel, y escribía, escribía, escribía sin parar." (Miguel Ángel Muñoz)
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